Introducción
Hace algunos años mi tía me pidió ayuda para acometer un reto no muy común: subir al Pic Long. Lo había intentado por todos lados y, después de cinco intentos fallidos, dada la longitud y dificultad técnica de sus múltiples vías de ascenso, tomaba la decisión de pedir ayuda a la generación más joven para completar un reto que, a sus 60 años, sentía que empezaba a escapársele de las manos.
¿De qué se trataba el reto? ¿Por qué tanto empeño en subir este aislado pico del macizo del Neouville? Pues bien, Juan Buyse fue el primero en cartografiar los tresmiles del Pirineo, y los dividió en 11 grandes macizos, cada uno con su cima principal. Ascender estos 11 picos había sido su sueño y, ahora que solo quedaba uno en la lista, había que ponerse manos a la obra para conseguirlo. Puedo decir que fue de todo menos fácil, pero, después de unas larguísimas 17 horas de actividad, llegábamos de nuevo al coche con el trofeo entre las manos.
Hoy le he pedido a mi tía que me explique cuatro cosas sobre cada uno de estos ascensos, sobre cómo fueron, qué material usó para acometerlos y qué recuerdos destacados tiene de cada uno de ellos. Hoy, os traemos las 11 cimas más importantes del Pirineo.
1. Macizo de Balaitus - Infiernos - Argualas
Fue en el verano de 1996 cuando, con un clásico 4L, mi tía se lanzó a la carretera para afrontar el gran pico más oriental de los Pirineos. Llegó a Sallent de Gallego pasadas las ocho, y afrontó la durísimas subida hasta el Refugio de Respomuso de noche. “Eran otras épocas” recuerda con una sonrisa, “y la energía nos sobraba por todos lados”. De ahí hasta la cima, pasando por la Brecha Latour, fue toda una aventura, y aunque ahora igual la cuerda no habría sobrado, esa vez pasaron sin.
Ciertamente, el macizo de Balaitus tiene una fama de agreste y técnico que está más que justificada. Su punto más alto, el Pico Balaitús (Vathleitosa en occitano, que significaría Valle de la Leche) supone un buen reto, tanto si se acomete por su vertiente francesa como si se hace desde la ibérica. En cualquiera de los dos casos, tendremos que superar 1.500 metros de desnivel positivo, así pues, será recomendable hacer noche por el camino.
Si bien el uso de la cuerda no es obligado en todas sus rutas, si que será imprescindible un calzado técnico de alta montaña, con lo cual será recomendable usar una bota semirígida o con una buena estructura, que nos dé un apoyo estable en las zonas más complejas y nos proteja en los canchales y demás secciones de piedra suelta.
2. Macizo del Vignemale
El Conde Russell y su obsesión por esta montaña es parte de la historia viva del Pirineo. En 2006, mi tía salía de Bujaruelo para realizar una ruta de 3 días que la llevaría a ver los rincones más espectaculares de este macizo, pasando, evidentemente, por su cima. Aún recuerda con emoción los preciosos paisajes del Valle de Ara, la increíble panorámica del glaciar, a la salida del sol, después de dormir en el refugio de Oulettes de Gaube y, por supuesto, las cuevas que el mismismo Russell abrió a golpe de dinamita.
Este pico, que representa el punto más alto del Pirineo francés, puede afrontarse desde el Valle de Bujaruelo o desde Gavarnie, aunque lo más común es realizar la ascensión saliendo por Pont d’Espagne, en Cauterets. Su espectacular cara norte ha alimentado los sueños de varias generaciones de alpinistas y escaladores, pero también puede subirse por la vertiente sur, algo más amable. Sin embargo, nos debemos engañarnos, su glaciar, aunque cada vez más mermado, sigue suponiendo un reto de altura, en el que será completamente imprescindible el uso de crampones y piolet, y donde tampoco estará de menos llevar un casco. Para afrontar el desafío en verano, una bota como la Orltes Light Mid PTX de Salewa sería una buena opción, ya que nos ofrecerá la versatilidad y comodidad de una bota ligera, sin renunciar a la seguridad que proporciona una crampón semiautomático.
3. Macizo de Monte Perdido
El Valle de Ordesa es conocidísimo por sus formas caprichosas, sus impresionantes paredes y las cascadas que brollan por todos lados. No es para nada casual que se haya catalogado como Parque Nacional, y es que su singularidad geológica y la biodiversidad que la habita son un tesoro que debe cuidarse como se merece.
Mi tía recuerda la primera vista a la impresionante Cola de Caballo como un momento de esos que no se olvida nunca. Luego plantaron la tienda delante del Refugio de Goriz, cuando aún no era necesario pagar por ello, y de allí directos hacia la cima. Fue una excursión sin complicaciones, pero me recuerda que esto no la exime de su carácter técnico de alta montaña. La Escupidera, como indica el nombre, es un pasaje técnico y expuesto, en el que muy a menudo será necesario el material invernal, y el casco, por lo que pueda escupirnos encima la montaña.
Con sus 3.355 metros de altura, se trata del macizo calcáreo más alto de Europa, y tanto por su ruta habitual, como afrontándolo por el Valle de Pineta o el de Añisclo, supone una experiencia del todo imprescindible para cualquier amante de la montaña. Si realizamos la ruta en dos días, lo más común, deberemos prepararnos para hacer noche o bien en Goriz o bien con la tienda. Así pues, habrá que contar con la ropa de abrigo necesaria, frontal, hornillo para cocinar y demás material, a parte de una buena bota que nos permita superar con solvencia las secciones técnicas del ascenso.
4. Macizo de La Munia
Al este del Monte Perdido, un macizo mucho más discreto se alza con sus 3.133 metros de altura en su punto más elevado: La Munia. Lejos del bullicio que a menudo encontramos en el Parque Nacional, en especial en los días de verano, esta zona se caracteriza por sus circos de origen glaciar, escarpadas crestas y un entorno muy, pero que muy salvaje.
“Es uno de mis favoritos”, asegura mi tía, “no solo por la impresionante panorámica que tienes de Ordesa una vez en la cima, también porque conserva esa esencia del auténtico Pirineo que en tantos lugares se ha perdido”.
El ascenso, si bien no presenta una dificultad técnica elevadísima, no deja de suponer un reto de nivel avanzado, en especial el famoso Paso del Gato. Desde el parquin de Petramula, 1.200 metros de desnivel nos separan de la cima. Por el camino, encontraremos casi con total seguridad algunos neveros, y en la zona más alta, fuertes desniveles y alguna pequeña trepada que actualmente ha sido equipada con cadenas para facilitar el tránsito. Sin duda, una ascensión que debe realizarse al menos una vez a la vida.
5. Macizo de Culfreda - Bachimala
El Valle de Chistau es uno de los lugares que mejor conserva su variedad dialectal del aragonés. Esto se debe a su carácter profundamente aislado, que lo ha ayudado a transmitir, de generación en generación, un chistabín muy poco castellanizado.
El año 2003, una ruta de 4 días trajo a mi tía a este encantador valle, que ya forma parte del Parque Natural Posets-Maladeta. Después de comer en el refugio de Viadós, mirando y remirando el mapa, se fue formando en su cabeza la idea de aprovechar la ocasión para subir al Gran Bachimala. Dicho y hecho, el siguiente día la ruta planeada tomó un desvío de 14 quilómetros y 1.500 metros de desnivel positivo, una “pequeña” modificación que la llevó a conquistar una de las grandes y más tranquilas cumbres del Pirineo. Recuerda perfectamente las imponentes vistas a los tres grandes reyes del Pirineo: Aneto, Posets y Monte Perdido, que ofrecía la cumbre. Un mirador como pocos se pueden encontrar.
El Gran Bachimala es el punto culminante del Macizo de Culfreda y, a pesar de ser un pico que no aparece entre los más conocidos, su ascensión no deja nada que desear. Con un tramo de cresteo que nos obligará a poner los cinco sentidos en cada movimiento, se plantea como una ascensión solo apta para montañistas que tengan una cierta experiencia. Para afrontarlo, como en los demás casos, será necesario una bota técnica y material adecuado.
6. Macizo de Posets - Eriste
Muy cerca del anterior, encontramos el segundo pico más alto del Pirineo —si hablamos de cumbres principales—, aunque a menudo se olvida frente al misticismo que evocan los nombres de sus dos compañeros de podio, el Monte Perdido y el Aneto.
En el caso de mi tía, han sido dos las veces que lo ha coronado. La primera, en 1999, fue una clásica ascensión desde la localidad de Eriste, haciendo noche en el Refugio Ángel Orús. La segunda, mucho más ambiciosa, la realizó dos años después, en abril de 2001, pasando por el Refugio de Estós y ascendiendo por una vertiente más técnica en la que la nieve reciente les dificultó la aventura. Lo recuerda como una de esas “locuras” que ahora no volvería a hacer, aunque, por la sonrisa que se les escapa, parece que no se arrepiente de nada.
El Posets, por su ruta normal, no supone un reto técnico de gran dificultad. Eso sí, se trata de una larga cursa de resistencia, ya que deberemos superar 1.800 metros de desnivel y 18 quilómetros para llegar a su cumbre. Una muy buena opción será detenerse en Ángel Orús a pasar la noche, si no, imprescindible buena hidratación, comida energética y una forma física excelente.
7. Macizo de Clarabide - Perdiguero - Boum
El Perdiguero es otro de los míticos, no solo por su localización en el corazón del Pirineo, también por sus espectaculares vistas y por los paisajes que lo rodean, ya sea subiendo por su vertiente francesa como por la aragonesa.
En el caso de mi tía, subió por el Valle de Literola, al que se accede desde Benasque, aunque también se puede atacar desde Estós o desde Francia, iniciando en el curioso lago de nombre Oô.
Se trata de un pico que no supone un reto técnico de gran dificultad, pero que nos obligará a superar un desnivel muy pronunciado en unos pocos quilómetros. Así pues, recomendamos el uso de bastones, ya que nos ayudarán a repartir las cargas entre piernas y brazos, con lo cual conseguiremos llegar más frescos a la cumbre y no sobrecargar las articulaciones en la bajada.
8. Macizo de Maladeta - Aneto
El más alto, el más conocido y el más anhelado. El Aneto es el techo de los Pirineos y, aunque el macizo en el que se encuentra lleva el nombre de su pico vecino, su nombre infunde el respeto y la consideración que se merecen.
Mi tía me cuenta que lo ha subido varias veces y por rutas distintas, pero la que más la marcó fue en el año 2022, cuando decidió volver a la ruta normal, desde la Renclusa y pasando por el Portillón Superior. El pésimo estado del glaciar, que hacía más de diez años que no visitaba, la dejó profundamente entristecida, además de suponer un aumento considerable de la dificultad de la ruta, pues el hielo vivo, sumado a la inclinación de la pendiente, la convertían en algo sumamente peligroso, como evidencian los dos rescates que hubo ese mismo día.
Así pues, y aunque su ascenso nunca ha supuesto una gran dificultad técnica, el Aneto se convierte año tras año en una trampa para aquellos montañistas poco experimentados que desconocen los riesgos que se esconden en su mermado glaciar. Además, hay que tener en cuenta que, para acceder a la cima, deberemos cruzar el famoso Paso de Mahoma, una corta arista rocosa que, si bien no supone una gran dificultad (pasos de I y II grado), sí que tiene una impresionante exposición, con una caída vertical a ambos lados que pone de los nervios hasta al más atrevido. Sobra decirlo, para ascenderlo será imprescindible el piolet, los crampones, el casco y, sobre todo, saberlos usar.
9. Macizo del Besiberri - Comaloforno
Llegamos ya a Catalunya y encontramos un macizo impresionante, en el que destacan cuatro grandes protagonistas, unidos por una arista rocosa que, de hacerla toda entera, se convierte en una actividad alpina de alto nivel. Se trata de los tres Besiberris (Nord, del Mig y Sud), junto al Comaloforno, el más alto del macizo.
Tanto si realizamos el acceso por Caldes de Boï, como si lo hacemos por la Presa de Cavallers o desde Conangles, algo más abajo de la boca sur del Túnel de Vielha, no nos vamos a ahorrar algún que otro paso técnico. Así pues, para ascender con seguridad, el casco será prácticamente obligado, y la cuerda puede venir bien para superar algunos pasajes con más tranquilidad.
Mi tía me recomienda especialmente salir de Conangles y hacer noche en el refugio libre de Besiberri, uno de los míticos refugios de lata que abundan en el Pirineo y que tanto encanto tienen por su estructura e interior de madera. Desde ahí, la subida es tiesa, y el tramo final tiene algunas trepadas obligadas, nada que no merezca la pena una vez estamos en la cumbre.
10. Macizo de Estats - Montcalm
En los Pirineos Orientales, la Pica d’Estats es la reina indiscutible, y destaca por encima de todas sus vecinas tanto por su altitud como por su bonita arista cimera. Se trata de un pico que pide resistencia y una buena preparación tanto física como técnica, pues encontraremos neveros por el camino que deberemos superar con solvencia.
Su primera vez me cuenta que fue con sus padres (mis abuelos), en 1971, cuando tenía 11 años. Recuerda que la nieve era mucho más abundante que ahora, y que su madre la llevó a cuestas durante más de media bajada. Luego, me dice, la ha subido por todos los caminos posibles (o casi), saliendo del lado francés, por el Refugio de Pinet, y también desde Tavascan, haciendo noche en Broate y pasando por un camino que muy pocas veces se recorre y que se une con la ruta principal ya prácticamente en la cima.
Para subir a la Pica d’Estats, será imprescindible llevar botas, ropa de abrigo y una buena dosis de agua y comida. Además, lo más recomendable si queremos seguir la ruta normal será reservar una noche en el Refugio de Vallferrera, desde donde podremos realizar la subida y la bajada en un solo día si madrugamos.
11. Macizo del Neouvielle - Pic Long
Llegamos al último y al primero, al pico que subí con mi tía en el año 2024. El Macizo del Néouvielle, en pleno corazón del Pirineo francés, me tiene enamorado. Desde el embalse de Cap de Long, donde se puede hacer noche con tienda o furgoneta, nos rodea un circo de montañas puntiagudas como catedrales góticas. Aun así, el Pic Long se esconde al fondo del valle, lejos de nuestra vista.
Ascenderlo no está al alcance de cualquiera, ya que sus varias rutas de acceso son siempre largas, con caminos difíciles de seguir y, además, tiene una larguísima arista cimera que nos obligará a usar la cuerda para asegurarnos, además de ser muy recomendable realizar un rápel en la bajada.
Así pues, este es el único de los 11 reyes del Pirineo que nos va a exigir casco, cuerda, arnés y conocimientos de escalada y alpinismo. Sin ninguna duda, acometer su ascensión vale muchísimo la pena, y todo el camino es de una belleza espectacular. Pero todo tiene su precio, y para llegar a su cima hará falta una preparación exhaustiva y minuciosa que, en el caso de mi tía, ha llegado a sus sesenta.
El Pirineo, un sueño sin fin
Explorar los 11 macizos del Pirineo es más que una lista de picos conquistados; es una historia de superación, de amaneceres en refugios, de largas jornadas, de artistas empinadas y de cumbres silenciosas. ¿Te atreves a intentarlo?
Fecha de publicación: 21/02/2025